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Desde antaño la forma más extendida entre los fieles católicos de dirigirse al ministro ordenado es llamarle “padre”. Pero ¿tiene fundamento teológico llamar “padre” al sacerdote? En caso de que lo tenga, ¿esta “paternidad” del sacerdote se da en virtud del cambio ontológico derivado de la recepción del sacramento del Orden o es algo que se va adquiriendo con su buen hacer en el oficio presbiteral y con el desarrollo de su vida espiritual? ¿Se puede hablar de una paternidad sacerdotal “objetiva” que se recibe y otra “dinámica” que puede crecer, pero también disminuir a lo largo del tiempo? En otras palabras, el sacerdote, ¿nace padre o se hace padre? Podemos incluso plantearnos una tercera cuestión: ¿existe una paternidad sacerdotal psicológica o “subjetiva” por la que el ministro ordenado se sabe y se siente “padre”?
En esta tesis de Doctorado se abordan estas cuestiones, considerando la paternidad espiritual del sacerdote desde una visión dinámica articulada en tres fases que quedan sintetizadas en el título de este trabajo: «Ser, hacerse y sentirse padre en el sacerdocio ministerial».
El hilo conductor de la tesis es que para que el sacerdote desarrolle su paternidad espiritual es necesario que haya interiorizado su propia filiación tanto humana como divina. Sobre la certeza de ser sido hijo amado y la aceptación de su propia psicobiografía, el ministro ordenado puede comenzar un proceso de maduración y fecundidad espiritual caracterizado por una dinámica de autodonación y de autotrascendencia con la que genera y hace crecer nueva vida en otros. Al participar además de la mediación de la Iglesia, Esposa de Cristo, el sacerdote se convierte en instrumento de generación de vida sobrenatural. De aquí el subtítulo de esta tesis de Doctorado: «De la filiación a la paternidad espiritual a través de la esponsalidad con la Iglesia en Cristo».